El consumo de carne en Venezuela se redujo a la mitad en los últimos 10 años

La profunda crisis que atraviesa el país petrolero impacta de lleno en la alimentación de sus ciudadanos, en especial de los más pobres. Este año concluye con un balance de 12 kilos por persona

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Personas que compraban despojos no refrigerados y otros subproductos de carne de res en un mercado de Maracaibo.  (Meridith Kohut/The New York Times)
Personas que compraban despojos no refrigerados y otros subproductos de carne de res en un mercado de Maracaibo. (Meridith Kohut/The New York Times)

La caída del poder adquisitivo de las personas, la falta de planes de financiamiento al sector ganadero, la escasez de combustible y la reducción de las importaciones afectan directamente en el consumo de un pueblo cada vez más castigado por las medidas económicas que toma un régimen que se aferra al poder al precio que sea.

José Agustín Campos, presidente de la Confederación Nacional de Agricultores y Ganaderos de Venezuela (Confagan), afirmó que el consumo de carne de este año concluye con un balance de 12 kilos por persona. Esa cifra da cuenta de una disminución del 50% del consumo en los últimos 10 años. En 2010, el promedio era de 24 kilos por habitante.

Campos subrayó que es muy importante incrementar los niveles de producción en el país y que, para ello, el régimen debería convocar a “un diálogo productivo, pero con un resultado productivo”.

“El 95% de la gente que trabaja estaría de acuerdo en aceptar una invitación del Ejecutivo Nacional para trabajar por Venezuela porque siento que no le queda otro camino a los venezolanos, que logremos alcanzar esa madurez y esa sensatez política que el país lo clama a gritos”, manifestó el representante máximo de Confagan, de acuerdo a lo que consignó el portal de noticias La Patilla.

Además, afirmó que es indispensable crear un plan de financiamiento y apoyo por sectores que permita garantizar los alimentos en la mesa de los venezolanos. “Con un plan de unos cinco mil millones de dólares se activa el sector productivo y eso puede darle una respuesta que contrarreste la inflación y recupere el poder adquisitivo de los venezolanos”, concluyó.

Nicolás Maduro
Nicolás Maduro

A principios de año, varios estudios de universidades, gremios empresariales y centros de investigación independientes, anticipaban que en la Venezuela de 2020 persistirían los problemas de producción y distribución de proteínas, en especial de la población más vulnerable.

El paradigma nutricional de la revolución, las cajas con comestibles de los comités locales de abastecimiento y producción (Clap), no contienen pollo, cerdo, huevos o carne, con lo cual se condena a los dependientes de este subsidio a vivir sin una alimentación balanceada.

De acuerdo con los cálculos y la investigación del economista Wilfredo Briceño, los venezolanos deberían “consumir unos 18 kilos promedio por año de carne bovina o roja. Esto indica que el déficit del consumo de este producto se ubica en 68 %”, detalló en una entrevista con Infobae en febrero pasado.

Una combinación de factores incide en esta merma en el consumo de la carne: “La producción ha caído notablemente, hay una merma dramática del rebaño bovino nacional. En 1998, según cifras oficiales, teníamos unas 16.200.000 cabezas de ganado. Cerramos 2019 con unos 9.000.000 millones de cabezas. El rebaño cayó 44 % los últimos 20 años, precisamente el tiempo que lleva en el poder la revolución bolivariana”, explicó el experto.

Briceño expresó que los productores agropecuarios enfrentan problemas que ya son estructurales y que atentan contra la producción. “Los rebaños se han reducido porque hay una severa escasez de medicinas para los animales que no permiten la realización de planes sanitarios. Esto impacta negativamente la eficiencia en la reproducción. La inseguridad jurídica inhibe las inversiones además del abigeato o robo de ganado actúan en la misma dirección. No somos rentables”, sostuvo.

Desde la perspectiva del consumidor, la merma en la demanda se relaciona directamente con la hiperinflación. “El bajo consumo obedece, esencialmente, a la caída estrepitosa de la capacidad de compra del ciudadano común. Unos salarios míseros excluyen a millones del consumo de quizás, la más importante fuente de consumo proteico”, concluyó.

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